Si hay un pilar básico en la metodología de estimulación que se trabaja en Mi Otro Yo es, precisamente, la importancia del juego como elemento central para el desarrollo infantil, especialmente durante el primer año de vida.
Enfocarse en estimular el desarrollo de una forma lúdica y siempre respetando las capacidades de los más pequeños impulsa que podamos fomentar su aprendizaje y evolución de una forma óptima sin, por ello, caer en la intervención o forzar los hitos evolutivos para los que aún no están preparados.
En definitiva, jugar es la clave.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE EL JUEGO EN EL DESARROLLO INFANTIL?
Lo primero que debemos tener claro es que a través del juego es no solo posible, sino recomendable, estimular todas las áreas de desarrollo de los bebés: motriz, lenguaje, cognitiva, sensorial y socioafectiva.
Por ello, en realidad, resulta bastante fácil responder a esa pregunta: el juego es, sin duda, el mejor vehículo de aprendizaje del que podemos disponer desde que nacemos. Gracias a que los bebés (y los niños durante toda la primera infancia) “gastan” hasta un 60% del tiempo que pasan despiertos explorando a través del juego, consolidan su desarrollo y la consecución de los hitos evolutivos.
A grandes rasgos, podríamos resumir el papel del juego como el elemento central que permite a los bebés potenciar y desarrollar tanto su universo interno, como la interacción con lo que les rodea, además de incentivar el establecimiento de la relación social y ser el motor que está detrás de sus primeras habilidades comunicativas.
Veamos, más en concreto, algunos de sus beneficios…
Beneficios del juego para el desarrollo infantil
Los juegos más básicos que pueden darse durante el primer año (localizar un juguete, tratar de alcanzarlo, explorar lo que les rodea de forma inmediata…), permiten la aproximación a la consecución de las habilidades motoras básicas: voltearse, consolidar la sedestación, el gateo o la marcha, además de trabajar intensamente tanto el equilibrio como la coordinación mano-ojo, fundamentales para alcanzar nuevos hitos evolutivos.
Pero no solo se trata de una estimulación lúdica exclusivamente motora, si no que jugar ayuda a los peques a potenciar el desarrollo de la percepción, tanto de uno mismo como de lo que les rodea, el pensamiento, la imaginación y la resolución de los problemas que los nuevos retos les plantean.
En definitiva, el juego impacta directamente en la formación y desarrollo cerebral de los bebés, aportando beneficios como:
· FORTALECER LAS CONEXIONES NEURONALES – La creación de redes neuronales complejas es parte de la evolución natural del cerebro de un bebé. Sin embargo, el juego permite fortalecer este proceso gracias a que, a través de él, los niños pueden descubrir nuevas experiencias que entrenen sus capacidades y sienten las bases de las habilidades que desarrollarán.
· ESTIMULAR EL DESARROLLO DE LA CORTEZA PREFRONTAL – En esta parte del cerebro residen funciones tan importantes como el pensamiento o el lenguaje; y los estudios demuestran que el juego consigue fortalecer las redes neuronales que la forman.
· POTENCIAR LA CREACIÓN DEL CEREBRO SOCIAL – Como veíamos, no solo debemos centrar los beneficios del juego en las habilidades motoras o cognitivas. El juego resulta fundamental para modificar aquellas partes del cerebro que luego resultarán imprescindibles de cara a las interacciones sociales con otras personas, el lenguaje y la comunicación.
¿qué pasa en el cerebro del bebé durante el juego?
Probablemente te estés preguntando cómo es posible que el juego afecte tan directamente a la formación de redes neuronales y, por extensión, al desarrollo del cerebro de los niños… La realidad es que, durante el juego, se activan una serie de procesos químicos a través de los que se generan hormonas que activan el cerebro de los bebés: ¡alucinante!
Algunas de estas sustancias generadas por el juego y que impactan directamente en el desarrollo infantil son:
– La serotonina: equilibra y regula el estado de ánimo, reduciendo el estrés, por ejemplo. También afecta a funciones como la temperatura corporal o el proceso de la digestión.
– Las endorfinas y encefalinas: promueven un estado de bienestar; y es que, al reducirse la tensión neuronal, el niño siente calma y felicidad. También pueden reducir el dolor y afectar, positivamente, al sistema inmunológico.
– La dopamina: impulsa la actividad física, pero también el proceso de aprendizaje y la imaginación.
– La acelticolina: favorece la concentración y la memoria; también la atención y el pensamiento lógico.
La importancia del juego para el desarrollo infantil, como veis, es algo real, estudiado y comprobado. Los niños necesitan jugar, ya que es un elemento esencial ligado firmemente a su aprendizaje y el desarrollo de su potencial. Pero, lo más importante, los expertos sostienen que aquellos juegos más estimulantes a nivel cerebral son los que combinan actividad física y mental y, además, se comparten con personas queridas; porque de esa forma también conllevan beneficios emocionales…
Solo me queda decir: ¡a jugar!